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| Budapest, Abril de 2012 |
Me fui poniendo ciega con la vida porque me fue gustando, lo confieso. Enamorarme de sus trucos más viejos: las tardes, los paseos, las citas en los bares, comer fuera de casa, charlar con los amigos, probar lo prohibido, amar lo prohibido, liarme y desliarme. Tener sueños de glorias y utopías de una existencia aún mejor, más razonable. Gritar contra lo injusto y ponerme del lado del que no es nadie. Había un no se qué por cargar con lo que me echaran, comerme el mundo en un instante y tropezar tantas veces en la misma piedra...